miércoles, 5 de junio de 2013

Lo que debes saber sobre Io

(ABC.ES) No estamos muy acostumbrados a ver colores más allá de la Tierra, tal vez el amarillo del Sol y el triste gris de la Luna. Todas las estrellas nos parecen blancas, aunque lejos de las grandes urbes se muestran de colores; rojas, azules amarillas y blancas suelen ser los más destacados. Los efímeros y escasos cometas que podemos contemplar a simple vista son blancos con colas muy difusas y grisáceas.

Existe un mundo en el Sistema Solar que sólo lo podemos ver con prismáticos como un punto blanco, muy cerca de Júpiter, pues se trata de uno de sus satélites. Se trata de Ío, algo mayor que nuestra Luna, destacado entre todos los cuerpos importantes del Sistema Solar precisamente porque muestra una coloración inusual. Multitud de colores tachonan su superficie; amarillos, rojos, blancos, naranjas, marrones, verdes, morados, azules…

Podríamos pensar que se trata de un lugar parecido a la Tierra donde el azul correspondería al agua, el marrón a los continentes, el verde a la vegetación, el naranja a las puestas y salidas del Sol, y más. Pero nada más lejos de la realidad. En verdad se trata del mundo más activo de nuestro sistema planetario, mucho más que la Tierra, más aún que las móviles nubes de los planetas gigantes o los gigantescos géiseres de vapor de agua de la luna Encélado de Saturno, todavía más que los géiseres de nitrógeno líquido de la luna más fría del Sistema Solar, Tritón, satélite de Neptuno, con temperaturas del orden de los 235º bajo cero. En 1979, la sonda espacial Voyager 1, fotografió por primera vez una erupción volcánica fuera de la Tierra, evidentemente en Ío. Desde entonces, las naves que han sobrevolado Júpiter, han obtenido imágenes de permanentes erupciones volcánicas

Parece como si todos los dioses del Universo se hubieran reunido para pintar la luna Ío. Antes de pasar por las proximidades de Ío las primera naves espaciales, los científicos predijeron que debería ser una luna muy especial, lo que estaba motivado por la presencia del mayor de los planetas, Júpiter, y tres grandes lunas, Europa, Ganímedes y Calixto. Ío queda atrapado entre la fuerza de gravedad de Júpiter y de los otros tres satélites exteriores a Ío, es decir, queda en medio de enormes fuerzas gravitatorias. Dichas fuerzas hacen que Ío se estire y se contraiga 100 metros, lo que hace que el interior del satélite esté completamente fundido y a altísimas temperaturas. Ocurre lo mismo cuando doblamos de un lado a otro un metal flexible.


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