La cartografía lunar, o selenografía, experimentó un gran avance en el siglo XVIII gracias al trabajo del alemán Johann Tobias Mayer, quien buscaba en la Luna un punto de referencia útil para la navegación en alta mar.
Al margen de esta aplicación práctica, el interés científico por representar con exactitud al satélite terrestre siguió dando sus frutos durante las últimas décadas del llamado 'siglo de las luces' y primeras del XIX. Las matemáticas de la época ya podían predecir con exactitud la órbita lunar, pero la geología no había determinado aún qué clase de orbe era realmente: ¿Caliente o helado? ¿Cambiante o inerte? ¿Habitado o desértico? En resumen: ¿Vivo o muerto?
Otro fanático de la selenografía fue el abogado alemán Hieronymus Schröter, que detectó decenas de nuevos accidentes geográficos lunares -uno de los cuales lleva ahora su nombre- y publicó, en 1790, un detallado atlas en el que se empleaba por primera vez la palabra cráter.
En aquel tiempo, se creía que la Luna experimentaba erupciones volcánicas a menudo, y el célebre astrónomo William Herschel creía haber detectado tres de ellas tan solo tres años antes. A esta errónea tesis científica se unía el problema de que Schröter, pese a su gran esfuerzo y dedicación, no era un buen dibujante.
De hecho, sus mapas eran tan inexactos que él mismo creyó ver cómo algunas partes de la Luna habían cambiado, lo que atribuyó a una civilización selenita. La idea de que el satélite, al igual que la propia Tierra, podía albergar vida inteligente, gozaba de una amplia tradición, pero pronto sería desterrada para siempre del discurso científico.
La obra que puso fin a todas estas especulaciones fue 'Der Mond nach seinen kosmischen und individuellen Verhältnissen' (La Luna y sus condiciones cósmicas e individuales), de los alemanes Wilhelm Beer y Johann Mädler.
Publicado en 1837, tras cuatro años de duro trabajo, pronto se convirtió en el libro de referencia de la selenografía y aún hoy está considerado como el trabajo lunar más importante de todo el siglo XIX. De hecho, hubo que esperar a la invención de los cohetes y el inicio de la carrera espacial para que se produjeran los siguientes avances significativos en nuestra comprensión científica del satélite.
Artículo: Elmundo.es
Foto: astrosurf.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario