miércoles, 5 de junio de 2013

Salvando ecosistemas

(ELMUNDO.ES) Al atardecer, cuando se levanta la brisa, un sinfín de veleros con familias enteras a bordo surcan las aguas del Delta del Paraná. Mientras unos se ocupan de las maniobras, los otros contemplan el reguero de islas que se han ido formando a lo largo del tiempo, con las toneladas de sedimentos que arrastran los ríos Paraná y Uruguay, desde sus orígenes en Brasil hasta el estuario del rio de la Plata.

Las islas que más llaman la atención son las que están deshabitadas. Hay algo inquietante en la densa vegetación que nace a las orillas mismas del río. Algo que enciende la imaginación de quien las observa, sobre todos de los niños que suelen ser los más curiosos.

¿Qué habrá más allá de la maraña de juncos y de árboles que se refleja en las aguas mansas o encrespadas del río? Carlos Otero, un empresario con vasta experiencia en el turismo fluvial, se propuso a desvelar ese misterio para los que comparten su espíritu aventurero y su amor por la naturaleza.

Hace tres años, él y su amigo Juan Martín Lutteral, compraron un terreno de 40 hectáreas, en una isla despoblada a orillas del Rama Negra Chico, uno de los tantísimo arroyos o 'caños' que atraviesan el delta. La idea que se les vino a la mente fue la de crear un reserva para la fauna y flora autóctona, a solo 30 kilómetros de Buenos Aires.

Para llevar a cabo su plan los dos amigos firmaron un convenio con la Fundación Azara, una ONG creada en noviembre del 2000 con el propósito de contribuir a la conservación de la naturaleza y de los bienes culturales de la Argentina. Entre sus variados proyectos, la fundación impulsa la creación de reservas privadas, como la que Otero y Luterall abrieron al público el 8 de mayo de este año.


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